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El hombre en el ventanal

04:40 a.m. marcaba el reloj que reposaba en el velador situado a un lado de mi cama, frote con cuidado mis ojos para quitar algunas de las lagañas que pudieron formarse alrededor de ellos durante la noche pero sin lastimarlos, poniendo máxima atención en esa acción para evitar perjudicar mi visión, y de a poco fui incorporándome  en mi lugar para despabilarme antes de ponerme de pie. Junté mis manos entrelazando mis dedos para estirarlas frente a mi y hacerlas subir levemente detrás de mi cabeza para estirar mi espalda y liberar la tensión en ella, apenas sentí mis músculos tensarse libere mi agarre, suspire dejando caer mis manos con lentitud hasta dejarlas reposar sobre las sabanas. 

Pateé las gruesas telas que me cubrían para quitármelas de encima, mi piel se erizo al entrar en contacto con el aire frío, que había ambientado toda la habitación, volteé a ver la ventana situada a mi izquierda y note que las pálidas cortinas ondeaban por el viento, estaba abierta y lo más probable es que estuviera así desde la tarde anterior. Me arrodillé sobre el colchón, y desplazándome sobre mis rodillas y manos fui hasta el ventanal para tirar de la cortina hacia un costado despejando y permitiéndome ver el paisaje, cuando finalmente note que el clima helado me empezaba a pasar factura en los dedos de las manos, me puse de pie frente a la bella arquitectura de mi dormitorio y estire mis manos para cerrar la abertura, cesando la gélida brisa que se había apropiado del ambiente.

Devolví la cortina a su lugar correspondiente, extendida y cubriendo el cristal logrando así que la habitación regresara a su oscuridad inicial, pase mis dedos entre las hebras de mi cabello para desenredarlo y mientras me concentraba en esa acción, emprendí una corta caminata hasta el baño situado a la derecha, del mismo lado que el velador. 

"Te suplico qué me avises

Si me vienes a buscar

No es porque te tenga miedo

Solo me quiero arreglar."

Apenas cruce el umbral encendí la luz e inmediatamente me cubrí los ojos para que no me encandilara, de a poco los abrí para poder verme en el espejo, observe y analice todas las facciones de mi rostro con suma atención, cuando sentí que era suficiente abrí la llave del agua caliente para ahuecar ambas manos, cerré los ojos e inclinando mi cuerpo hacia el lavabo moje mi rostro, tome el frasco del limpiador facial, que se encontraba a un lado de los demás objetos de higiene personal, aplique un poco sobre la punta de mis dedos para iniciar aquella rutina en la que me frotaba con delicadeza cada parte de mi cara hasta que no quedara un rincón sin cubrir, finalmente de unos buenos cinco minutos de masajes me detuve y repitiendo la primera acción enjuague el producto aplicado y los residuos de suciedad que había acumulado mi cara en la noche. 

Tome la toalla colocada a la altura de mi cintura, la acerque a mi húmedo rostro para secarlo de manera suave y  al terminar la devolví a su lugar, dirigí una vez más mi mirada al espejo para examinar si en mi rostro no quedaba algo del articulo utilizado previamente, al no notar ninguna irregularidad tome el cepillo de diente y luego de aplicarle la pasta empecé a cepillar mis dientes con esmero, revise varias veces el proceso hasta que estuvieron impecables, llene un vaso agua y di un sorbo para enjuagar lo que quedo dentro de mi cavidad bucal, escupí en el lavatorio y con el agua que seguía corriendo del grifo limpie el lavatorio, volví a secarme la boca con la toalla aun que esta vez solo me incline hasta quedar a la altura del toallero.

"Quisiera saber tu nombre

Tu lugar, tu dirección

Y si te han puesto teléfono

También tu numeración."

Me enderece, le di una ultima mirada al espejo y me gire para volver a la habitación para enfrentarme así a mi helado desino, antes de dirigirme hacia mi cama otra vez apague las luces y, por ultimo, salí del baño sintiéndome puro. Un suspiro se fugo de mi boca que termino creando una pequeña figura deforme de vaho, la observe con asombro y una risita incrédula inundo la alcoba, esa era la muestra de que aquel clima era peor de lo que imaginaba, aun con la ventana cerrada el lugar no podía dejar de sentirse congelado, baje la mirada note que inclusive el suelo se veía con una fina capa blanca, parecía irreal.

Cuando mi risa se extinguió subí mis manos a la altura de mi pecho para comenzar a frotarlas y mi vista viejo hacia la cama, fruncí el ceño mientras me acercaba con recelo hacia ella, estaba ordenada, pulcra y como si jamás hubiera pasado por encima de una forma tan brusca como si lo había hecho poco tiempo atrás, mi pecho se lleno de dudas e incertidumbres, al quedar a escasos centímetros de ella baje una de mis manos para acariciar las sabanas, incluso parecían más suaves de lo que nunca fueron.

"Te encontraré una mañana

Dentro de mi habitación

Y preparas la cama para dos."

Aun sin salir de mi asombro comencé a examinar toda mi habitación en caso de que hubiera un intruso no solicitado, me agache para investigar debajo de mi cama y no encontré nada, no había nada ni nadie, estaba completamente vacío, sin contarme a mi mis, pero lo que más me sacudió de toda esa situación fue la calma que sentía en todo mi cuerpo, una tranquilidad y liviandad indescriptibles, tan fantásticas que apenas estaba percatándome de aquellos sentimientos de paz.  

Me senté sobre el colchón, que también se sentía más suave, con la vista fija en la oscuridad del baño, anonadado con la hilarante situación, tratando de ignorar ese hecho me detuve a mirar el reloj del velador, 4:44 a.m. era lo que marcaba aquel aparato. Aquella situación se había tornado tan extraña e imposible de repente que no me pude ni siquiera asustar y esa tranquilidad me generaba una inquietud bastante grande, solo pude salir de mis pensamientos cuando oí como en el ventanal parecía que algo pesado se había sentado en el marco de madera acolchado que poseía, con pavor me gire lentamente hacia la dirección del sonido y ahí se encontraba un hombre bien vestido dándome la espalda, observaba por la ventana abierta hacia el horizonte, silencioso.

"Quizás porque no soy nada de eso

es que hoy estás aquí en mi lecho."

Un sentimiento de familiaridad me invadió comiéndose los demás sentimientos que pudieron asaltarme segundos antes, el hombre se veía bajito pero aun mas alto que yo, con un cabello corto de color negro y una piel blanca pálida, la camisa era del mismo color que la leche y combinaba a la perfección con la taza de té que llevaba en su mano derecha, ese pantalón del mismo negro que sus zapatos bien pulidos y brillantes, parecía que iluminaba toda la habitación con su presencia. Quedé hipnotizado por su magnificencia y la imponencia de su silencio, un pequeño fuego parecía expandirse desde el centro de mi pecho hacia todos los demás lugares de mi cuerpo, toda esa calidez se desbordo de mi y huyo en formas de gotas por mis ojos empapando mis mejillas, incluso estando llorando no pude emitir ni un sonido, intenté limpiarme el rostro con las manos pero no servía de nada pues las lágrimas seguían fluyendo como un río furioso e imparable y como no pude frenarlo, me resigne y lo permití. Mi brazo cayo a un lado de mi cuerpo que se sentía un poco pesado, me recosté completamente sobre la cama para estar más cómodo y en ese instante el hombre en el ventanal se volteo a mirar con unos ojos finos y preciosos de color oliva, tenía un semblante severo pero calmo, me admiro por un breve momento y me regalo una risa nasal muy silenciosa que me rompió el corazón, se encamino hacia mi con un paso firme, al llegar a mi lado me indico con sus manos que me moviera y cuando acate su orden, dejo su taza vacía en el velador y comenzó a quitarse esos zapatos elegantes, cuando termino de hacerlo pareció acomodarlos, en ese ultimo momento levanto las sabanas y se metió debajo, inmediatamente lo imite quedando más cerca de este misterioso sujeto, me arropo sin despegar su mirada de mi rostro y sus finos dedos fueron hasta una de mis mejillas y se llevo una de las miles de lagrimas que corrían por ellas, limpiándome y purificándome, su toque fue suficiente para relajar por completo todo mi cuerpo, haciendo que mis parados se sintieran pesados, cada vez parpadeaba más lento hasta que lo ultimo que logré visualizar fueron esos ojos color aceituna que me miraban con amor y devoción.


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